Segura y las Anchuricas
Nuestra excursión se inicia
en Síles, residencia de don
Rodrigo Manrique,
antiguo comendador de
Segura. No se puede
abandonar esta Villa,
cuyo
nombre
procede del
elevado
número de
silos
existentes en
la zona, sin
empaparse
en sus
apacibles y
bonitas calles
con los 600
años de
historia que atesora este
acogedor pueblo situado en
el límite con la provincia de
Albacete. Una carretera de
montaña nos lleva hasta el
corazón de la Sierra a través
de la peña
del Olivar, donde se
puede visitar un singular
jardín botánico que
contiene las especies de
(lora más características
del Parque Natural.
Aldeas y cortijos
Pasamos por la
pista de tierra que
nos conduce hasta
las Acebeas, donde
la parada es
oportuna, porque la
vegetación torna
espesa y los pinos,
muy abundantes,
hacen que la luz
cambie formando
una curiosa gama
de colores tornasolados.
El paisaje se transforma
poco a poco a medida que
la ruta prosigue. El
descenso, a través del
valle hacia la aldea de Río
Madera, descubre la
presencia del hombre con
pequeñas huertas y
cortijos diseminados en el
horizonte. A partir de este
momento, los enormes
bosques de pino laricio,
con ejemplares que llegan
a alcanzar los 40 metros
de altura, serán
compañeros inseparables
durante todo nuestro
recorrido.
Pasarnos después por la Toba
algunas otras aldeas dispersas.
En cualquiera de ellas se
puede hacer una parada para comer y degustar
las innumerables delicias de la
gastronomía serrana
(andrajos, cordero segureño, ajoatao, fritao, galianos o las
populares gachasmigas. El
trazado se va haciendo cada
vez más angosto y nos
conduce, al cabo de seis
kilómetros, hasta el embalse
de las Anchuricas, un paraje delicioso en el que las enormes masas de pinos
llegan hasta el borde mismo de unas aguas cristalinas y
tranquilas. Al descender el
cursa del río Segura, la
carretera y el cauce fluvial
se hacen compañeros
inseparables, pues desfilan
en paralelo hasta las Juntas
de Miller donde, una vez
más, el agua se perfila
como protagonista al
recibir otro de sus
afluentes, el río Zumeta.
Estos parajes son todo un
canto a las impresionantes
caprichosas formas con las
que., de vez en cuando, nos
deleita la madre naturaleza.
Embalse cristalino
A pocos metros de la aldea de la Toba, por un pequeño sendero, se
accede a una cueva, que contiene las aguas heladas que irán más
tarde a conformar el cauce del Segura. El río continúa hasta cegar al embalse de las
Anchuricas. Pequeño y tranquilo, es una delicia
que nos irá sorprendido una vez que empiece a
dar señales de vida entre las primeras curvas
de una sinuosa carrera. En los meses estivales,
cuando el calor aprieta y los rayos del sol caen a
plomo, las aguas cristalinas y apacibles del embalse
son un lugar único para zambullirse y
refrescarse.
Hoces profundas
En el cauce del Zumeta,
iniciamos una ascensión
pronunciada. La carretera se
retuerce en curvas
interminables, subiendo
lentamente por la ladera de
la montaña. Allí, la vista
puede recrearse gracias a los barrancos, las hoces, los
pequeños valles, que se irán
haciendo cada
vez más
profundos, y
las aldeas -
Millar, la
Muela, Marchenica, Marchena,
Vites o
Tobos
que parecen
colgadas de los
macizos más
agrestes de la
Sierra.
Ahora pasamos al lado del
embalse de la Vieja, de una
belleza única y encomiable. Los que quieran
deleitarse con este
fastuoso marco
pueden darse un
paseo hasta los
pies del embalse
por un carril que
sale a la derecha.
Pino Galapán
Proseguimos la
ruta hasta
Santiago de
la Espada,
pueblo
serrano por excelencia. El
clima ha marcado siempre la vida de sus gentes, el
pastoreo ha sido su principal fuente de riqueza. La ganadería se centra en el
cordero segureño, raza autóctona que aprovecha los interminables pastizales.
En esta localidad es posible
admirar la iglesia parroquial
de Santiago Apóstol siglo
XVI edificada sobre una anterior ermita dedicada al mismo santo y que posee un
precioso retablo mayor de estilo barroco.
La ruta ofrece en este punto dos claras alternativas. Podemos tomar el desvío
hasta la Matea y Don Domingo para ver el pino Galapán, el mas alto del Parque
Natural y contemplar la imponente
altiplanicie de los
Campos de Hernán Perea,
ó bien
continuar el trayecto por
la misma carretera hasta
Pontones,
desde donde parte una
carretera
que llega hasta el nacimiento
del río Segura. Tras
deleitarnos con el manantial
del que brota el río que da
nombre a la Sierra, tomamos
la carretera hasta Hornos
de Segura, punto en el que
concluye definitivamente la
ruta.